De nuevo volví a sentir ese azote cálido en mis entrañas. Así le gustaba a él, así nos gustaba a los dos... Así debía ser porque sino no funcionaría.
Entonces recordé la primera vez. La primera vez que un hombre me dijo "Siéntate ahí y estate calladita mientras nosotros hablamos". Yo tenía 13 años, él 17. Sabía cómo debía tratarme para que en cuanto chasquease los dedos yo acudiera al instante a su llamada, sabiendo de antemano que tal vez cuando llegase él ya no se encontraría allí. Sabiendo que, lo más probable, cuando llegase me tocaría escuchar algún comentario ofensivo por su parte y sabía que yo me limitaría a agachar la cabeza y seguir amándolo en silencio... Sin poder decírselo, él lo sabía y no quería escucharlo. Sólo podría marcharme cuando él dijese "Vete", entonces llegaría a casa con un nudo en la garganta que quemaría como un hierro candente, que tragaría y digeriría. Y esperaría hasta la próxima vez que a él se le antojase verme... No pregunté nunca cuándo sería, sólo esperaba.